Por fin se sabe hasta dónde está dispuesto el Presidente a ir por hacerse reelegir: no hace falta modificar ésta constitución, se necesita una nueva hecha a la medida para que se quede en el poder hasta cuando le dé la gana. Es tal el afán del Presidente por quedarse en el poder, y tal su irrespeto por las instituciones y el orden jurídico establecido que cada vez se parece más al totalitario Chávez. Falta que censure a la oposición (no significa que no la intimide, persiga y chantajee desde hace tiempo) y cierre Noticias Uno y El Espectador.
Qué tristeza pensar que por un capricho personal y no por la unión de los ciudadanos en torno a objetivos comunes se ponga en peligro la institucionalidad del país. Hace 20 años el ambiente era totalmente distinto, aunque la mayoría de estudiantes de la Facultad poco o nada recordamos, basta leer prensa de la época para constatar que en el ambiente se sentía la cooperación y las ganas de llegar a un gran acuerdo nacional que permitiera superar los grandes problemas que, infortunadamente, siguen intactos –narcos, guerrilla, paras, pobreza, corrupción-. Hoy día, los irresponsables parlamentarios uribistas proponen convocar una Asamblea Constituyente que tenga un solo propósito: diseñar una carta hecha a la medida de Uribe. Tal como lo hizo Chávez en Venezuela, tal como lo han hecho Correa y Evo. No se necesita ser de izquierda para ser dictador, ni para ser mal visto por nuestros vecinos.
Como lo señaló La Silla Vacía, el Presidente ha ido desarrollando una nueva tesis (probablemente ideada por el ‘audaz’ José Obdulio) que se basa en que el estado superior de la democracia es el Estado de opinión. Básicamente lo que condona dicha tesis es que lo que digan las mayorías prima siempre, sobre las instituciones y el derecho. Es decir, legitima los cambios en la Constitución que conducen al totalitarismo basándose en la falsa premisa de que las mayorías son lo que importa. Hace siglos que la academia dejó de pensar en la dictadura de las mayorías. Los federalistas nos enseñaron que las mayorías no deben cambiar las reglas de juego por que podrían ser en el futuro, minorías sometidas a la voluntad irrefutable de las mayorías.
Por otra parte, convocar a una constituyente evitaría que el referendo, que ya suficientes obstáculos atraviesa pueda ser tumbado en última instancia por una Corte Constitucional de la que se desconfía, principalmente por su reciente renovación y la falta de fallos que permitan identificar posibles decisiones. Si no es de bolsillo, como muchos han sugerido, va a sostener la tesis expuesta cuando se aprobó la modificación que dio vía libre a la primera reelección. Por el contrario, si acepta el argumento que legitima la dictadura de mayorías, nos veremos amenazados por un Presidente que aparente ser democrático pero que poco tiene de ello.
domingo, 14 de junio de 2009
¡Qué peligro de intenciones!
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