jueves, 6 de marzo de 2008

La Víctima Culpable

Nunca antes en Colombia se había vivido tan alta tensión en las relaciones exteriores. Los recientes acontecimientos en los que se le dieron de baja a Raúl Reyes –dándole un duro golpe a la célula madre del movimiento terrorista- han sido la fuente para que los vecinos más cercanos sacaran las garras y amenazaran nuestra seguridad nacional ya de por sí amenazada por los enfrentamientos internos.

Colombia no se puede dar el lujo de tener un conflicto a nivel internacional, debe concentrar todos sus esfuerzos en limpiar de terroristas insurgentes el país, siguiendo la política de seguridad democrática del presidente Uribe, vemos que paso a paso se puede ir erradicando ese mal que parece nacer en cada rincón del territorio nacional. Tampoco lo puede Ecuador que se veria fácilmente diezmada por nuestras fuerzas militares que superan a los de ellos por más de diez veces. El gobierno de Uribe cometió dos errores fundamentales que agravaron los hechos evidentes de la violación a la soberanía del Ecuador. Sin embargo, hace bien el gobierno Uribe en escudarse en la resolución 1373 de 2001 en la que se condenan las prácticas terroristas así como también la prohibición de gobiernos de dar cualquier tipo de ayuda a grupos de tal índole.

No es este el punto, el punto central es la falta de delicadeza diplomática con la que se debió haber manejado el tema. Una simple llamada del presidente Uribe, en la que se le explicara con detalles desde el principio la operación y se le pidiera disculpas al país hermano hubiera bastado para callar la imprudente boca del presidente Correa. En cambio, el presidente Uribe optó por ofrecer una verdad vaga, carente de todo sentido de seriedad –cosa que provocó la ira de su homologo- mientras que debió haber dispuesto todos los mecanismos de la diplomacia desde el primer momento. Tampoco tuvo en cuenta el presidente Uribe –ni su Canciller- la posición que adoptó en un comienzo el presidente Correa, cuando todavía era temprano para pedir una disculpa no sólo pública –como ya se hizo reiteradamente- sino formal, con el compromiso estricto de combatir el terrorismo dentro de nuestras fronteras pero logrando que Ecuador también se comprometiera a perseguir a los bandidos que se esconden en su territorio.

El segundo error que cometió el presidente Uribe fue permitir que se revelara tan pronto y de manera tan coloquial la información encontrada en los computadores de Reyes. Un buen concejo de la diplomacia hubiera pedido prudencia ante tan graves acusaciones y en cambio, tratar de mitigar los incendios provocados por la retórica de Correa. Todo esto, antes de que Chávez aprovechase la oportunidad –el papayaso del año- de manipular a Correa para lograr una escalada en el conflicto. Chávez por su parte, viola de nuevo el principio de no intervención en asuntos internos y decidió volver el problema de Ecuador como suyo, amenazando directamente no sólo al gobierno sino a toda la población civil colombiana con sus aviones de alta tecnología y misiles comprados con plata del petróleo.

Una vez más, nunca antes las relaciones internacionales estuvieron más tensas: ya se había visto a embajadores llamados a consultas, pero nunca se habían roto relaciones diplomáticas con países hermanos, es más, con ningún país se habían roto relaciones diplomáticas. Primero vino Ecuador, el único que tiene razón y fundamentos para haber tomado tan radical decisión pues sí se violó la soberanía del Ecuador al haber ingresado la fuerza pública a su territorio. Luego vino Chávez con sus gravísimas amenazas públicas realizadas en su programa diario Aló Presidente, advirtiendo con cinismo al presidente Uribe mostrando su potencial militar recién adquirido.

Por último, el más triste gobernante de Latinoamérica: Daniel Ortega. El presidente nicaragüense no pierde oportunidad para atacar la dignidad del pueblo colombiano, metiendo sus narices en asuntos totalmente ajenos a su conocimiento y apoyando siempre, como si se tratara de un mandato, la retórica anti colombiana que ha venido desarrollando Chávez. El presidente nicaragüense rompió relaciones hoy en presencia del mandatario ecuatoriano e hizo graves acusaciones. Tan graves que insultan y degradan la dignidad colombiana pues, toma partido del lado de las FARC y aparte, llamó al ataque al campamento guerrillero un hecho “terrorista”. Que un país de la OEA –o mejor aún, cualquier país- desconozca la legitimidad de la acción anti terrorista de un país democrático en contra de un grupo insurgente es un acto de intromisión en los asuntos internos que deja un sabor bastante amargo. Además, el ignorante sandinista ex guerrillero pidió una condena al Estado colombiano por la violación del fallo de la CIJ en el que recientemente se reiteró la soberanía del pueblo colombiano sobre el archipiélago de San Andrés y Providencia.

Como ya dijo anteriormente en este medio, el presidente Ortega lo único que demuestra es un compañerismo con Chávez y una complicidad con la causa revolucionaria de las FARC, no es extraño que a la muerte del lider guerrillero Reyes se le hayan rendido casi honores por parte del mandatario centroamericano.

Es indignante para el pueblo colombiano –tal y como lo dijo nuestro embajador ante la OEA, Camilo Ospina- que países hermanos le den tratamiento de héroes a terroristas que tanto daño le han hecho al país y a su población. Es hora de llamar a la unión nacional tal como lo ha hecho el presidente Uribe, hacer un llamado a la prudencia y a que se abran todos los canales diplomáticos. Es necesaria la intervención de países neutrales que puedan aportar soluciones viables al presente problema: que logren comprometer a ambos países a combatir a la guerrilla colombiana que se halle en sus respectivos territorios así como a obligar a Colombia a mantener a sus fuerzas armadas dentro de sus límites.

Es necesario perseguir al terrorismo pero no por medio de violaciones al derecho internacional pues de esa manera, terminamos siendo víctimas culpables de nuestras propias acciones. De nuevo, la política de seguridad democrática del presidente Uribe rinde sus frutos al pueblo colombiano que la ha respaldado con más del 80% y ahora de manera casi unánime. Es hora de repudiar la intervención de países ajenos al conflicto como Venezuela y Nicaragua que sólo buscan calmas sus propios egos y desviar la atención de sus propios fracasos internos. Las amenazas de Chávez de nacionalizar empresas colombianas y vender sus participaciones en empresas nacionales no nos deben atemorizar, las relaciones comerciales deben mantenerse pues el país depende históricamente de ambos mercados para sostener la economía y el desarrollo.

Bastante aterrador el panorama, un escenario que pudo haberse prevenido y todo por falta de delicadeza en la diplomacia: en primer lugar, el “despido” de Chávez de su tarea de mediador fue la puerta de salida a una bocanada de insultos que aun no terminan de llover; en segundo lugar, la llamada amiguera del presidente Uribe y la falta de seriedad con la que se comunicó un asunto de tal delicada naturaleza al presidente Correa.

Si tan sólo los ministros no fueran sólo designados a dedo sino por mérito, los colombianos hoy no estaríamos teniendo pesadillas con un conflicto interno que está traspasando fronteras, pasando de ser las víctimas del terrorismo de las FARC a ser terroristas atentando contra las FARC.

Los colombianos deben manifestar su rechazo ante la retórica del presidente Ortega, rechazar su intervención en un asunto totalmente ajeno a su conocimiento y por encima de todo, rechazar su amistar y cercanía con las FARC a quienes no ha dudado en llamar "amigos". Lo mismo debe hacer el país con relación a las acusaciones y el tono del presidente Chávez. Por último, pedir una sincera y comprometida disculpa a Ecuador que permita restablecer las relaciones entre los dos paises.

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